La repetición-compulsión

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¿Qué es la “Repetición-Compulsión”?

La “repetición-compulsión” fue un término acuñado por Freud para describir los comportamientos, relaciones, emociones y sueños que son repeticiones del trauma original.

La repetición-compulsión consiste en repetir patrones de conducta a lo largo de la vida que son tóxicos y/o nocivos para nosotras mismas. Estas conductas nos llevan una y otra vez a tener relaciones disfuncionales en las que el problema de fondo siempre suele ser el mismo: entablamos una relación con una persona que no está disponible emocionalmente, que es adicta a sustancias, que es inestable, que necesita que le protejan de todo, … y cada relación termina mal porque se repiten una y otra vez las mismas dinámicas. Después de un tiempo en ese bucle, muchas personas terminan dándose cuenta y se preguntan:

¿Por qué insisto en tener relaciones que, una y otra vez, están abocadas al fracaso? ¿Qué me pasa?

Una explicación a esto es lo que Freud llamó la “repetición-compulsión”. Otras terapias humanistas como la Gestalt también la apoyan, llamándola en este caso una “gestalt inconclusa”, lo que hace que repitamos una y otra vez el mismo patrón tratando de completar esa gestalt. Se trata de un mecanismo de defensa neurótico que funciona de la siguiente manera: lo que trata es de reescribir nuestra historia. Esa historia que intentamos reescribir es la relación problemática o no satisfactoria con nuestros padres, normalmente en particular con el padre/la madre del sexo opuesto al nuestro pero no siempre.

Cuando en la relación con el padre/la madre en la infancia ha habido mucha tensión a causa de la frustración, la decepción, el rechazo, el abandono, la negación o el abuso (la mayoría de las veces inconsciente) por parte del padre o de la madre, el niño se encontró en una situación muy precaria psicológica y emocionalmente hablando. Los niños son completamente dependientes de los padres en todos los sentidos, por lo que se “sacrifican” para que los quieran, piensan que si “se portan bien” “son más buenos” “hacen todo lo que se les pide”, por fin papá o mamá los querrán como lo necesitan, incondicionalmente. Obviamente, esto no llega a ocurrir nunca porque la deficiencia emocional está en el padre/la madre, que antepone sus necesidades narcisistas a las de su hijo.

Como esta “película” no acabó bien, esa niña buscará parejas que se parecen a su padre/madre, tratando, de forma inconsciente, de ponerle un final feliz a una película que no puede tener otro final, porque hace ya muchos años que se rodó, se editó y se estrenó. Y las siguientes relaciones son remakes en los que la protagonista se empeña en que tenga un final diferente con los mismos personajes y el mismo guión.

Como es obvio, no hay padres perfectos, por lo que todos nosotros pasamos por esto de una manera u otra. Nuestro niño interior sigue buscando cómo convertir al adulto que le rechaza o es ambivalente o está emocionalmente indisponible en uno que le quiera incondicionalmente.

La mayoría de estas niñas, cuando se hacen adultas, tienen un “radar” inconsciente” para las personas que, de una manera que al principio se hace imperceptible pero con el paso del tiempo más evidente, se parecen (física y/o psicológicamente) al padre/a la madre con el/la que tuvieron dificultades en la infancia. Y éstas son las personas con las que tendemos a tener relaciones y de las que nos enamoramos. Las escogemos de forma inconsciente. Se trata de un “punto ciego” hasta que lo hacemos consciente. Lo que hacemos se llama repetición-compulsion.

Los que han tenido padres/madres disfuncionales, escogen a personas que no pueden quererles a causa de sus propias limitaciones y problemas. El tema es que quieren “arreglarlas”, ”salvarlas”, ”cambiarlas”, “sanarlas”. Es muy poco probable que esto suceda. El adulto racional sabe esto. Pero el niño interior herido que está dentro todavía lo intenta, igual que lo hizo en su día con su padre/su madre. Cada relación inevitablemente fracasada refuerza los sentimientos de inadecuación, inferioridad e incapacidad para ser amado del adulto y su niño interior. Una y otra vez.

Cómo terminar con la Repetición-Compulsión

Las personas que han sufrido un trauma en la infancia (debido al abuso verbal y/o psicológico y/o emocional y/o físico y/o espiritual y/o sexual) por uno o sus dos padres tienen dificultades con una observación correcta del tiempo y se creen que una mala situación o un mal sentimiento van a durar para siempre. El reto que tienen por delante consiste en darse cuenta de lo que ocurre aquí y ahora y reconocer cómo las cosas pueden y de hecho cambian en lugar de estar congeladas en un momento concreto.

Hay herramientas de autorregulación organísmica que reafirman un estado de calma y de conexión entre la mente y el cuerpo y que son muy sanadoras para las personas que han sufrido un trauma de infancia. Todas ellas, necesitan hacer un trabajo somático para recuperar un sentido de estar seguras en su propio cuerpo (muchas tienen mucho miedo del que no son conscientes y el miedo es una emoción que se traduce en la sensación de no sentirte segura en tu propio cuerpo). Este trabajo somático (del cuerpo) se puede hacer a través de:

  • Ejercicios de respiración (la bioenergética es estupenda para esto)
  • Visualizaciones positivas
  • prácticas de mindfulness y yoga (que no deja de ser meditación en movimiento)
  • Autoafirmaciones

Todo esto ayuda a cambiar el estado de alerta del sistema nervioso, en el que muchos supervivientes viven la mayor parte del tiempo, y calma el cerebro.

El viaje a la sanación es largo y arduo, pero hay ayuda disponible, como la mencionada. El bienestar emocional es posible.

“Ningún dolor es tan devastador como el dolor que una persona se niega a sentir y ningún sufrimiento es tan duradero como el que no es reconocido nunca” Cermak & Brown.

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