
A las personas que no les han permitido poner límites en su infancia, han de aprenderlo después en la vida. Es muy frecuente que ocurra que si no estás acostumbrada a poner límites, creas que estás estableciendo límites cuando en realidad estás construyendo muros.
Es fácil que ocurra dejarte llevar por una línea en la arena que se convierte en el comienzo de los cimientos de una fortaleza. Una fortaleza destinada a mantenerte a salvo. Pero eso también te aísla, te conviertes en prisionera de tu propia protección.
Si quieres saber cómo dejar de ser codependiente, poner límites a los demás es uno de los primeros pasos y uno de los más importantes.
¿Conoces la diferencia entre establecer límites saludables y construir muros aislantes?
Los Límites Saludables

Los límites son líneas deliberadas que definen lo que permites y lo que no permites a los demás. Los comunicas a los demás y son coherentes con cómo te sientes. No se trata de mantener a los demás fuera sino dentro pero contigo intacta.
Los límites permiten que las otras personas te vean y estén contigo. Pero no permiten que otros te utilicen.
Los límites dicen: “No permitiré que nadie abuse de mí” y “Puedes entrar siempre que cumplas las reglas”.
Los límites saludables se basan en la conciencia y el respeto por uno mismo. Cuando dos personas en un vínculo los establecen, los límites permiten una conexión más profunda porque ambas personas no se sienten amenazadas por un aumento de la vulnerabilidad.
Los ejemplos de límites incluyen no tolerar acciones o lenguaje abusivo, negarse a aceptar la responsabilidad por la felicidad o las decisiones de otra persona y no actuar en oposición a tus propios valores y creencias.
Los Muros que te Aíslan de los Demás

Los muros emocionales son ladrillos de autoprotección fabricados con miedo. Los ponemos como consecuencia de haber sido heridas. Estos muros en ocasiones las personas que los ponen no se dan cuenta de ellos, se dicen cosas para justificarlos o bien culpan al exterior de ellos. A diferencia de los límites, que sólo mantienen alejados a las personas que no respetan las reglas que hemos puesto, los muros no discriminan, mantienen a distancia a todas las personas.
Los muros dicen: “No voy a permitir que me hagan daño de nuevo” y “No dejaré que nadie se acerque a mí”.
Cuando una o ambas personas en una relación se esconden detrás de los muros, una conexión más profunda forjada a través de la vulnerabilidad es imposible. Como resultado, la persona que se esconde detrás puede sentirse segura, pero también se sentirá vacía y desconectada y falsa porque no expresa su verdadero yo. La pared mantiene fuera a los demás. Y también te mantiene prisionera de una imagen, un personaje que es defensivo pero que no te permite ser tú mismo.
Los ejemplos de muros incluyen no mostrar tus emociones, retener deliberadamente información importante sobre ti o aislarte de forma activa (no salir de casa) o pasiva (no quedar con personas nuevas) para que no te hagan daño.
¿Qué es lo que construyes tú: límites o muros?
Mantener tus límites puede ser difícil y requiere práctica. Establecer límites saludables es una parte esencial para crear una vida en la que puedas prosperar.
Lo difícil que encuentres este proceso variará dependiendo de tu personalidad y experiencias pasadas. Si has crecido en una familia narcisista/disfuncional, en la que no se te permitía poner límites o ponerlos suponía después un castigo severo, es muy probable que la idea de poner límites te parezca abrumadora.
Espero que estos 7 pasos para poner límites te ayuden y te acompañen en ese proceso.
7 Pasos a Seguir para poner Límites
Paso 1: reconoce cómo alguien ha traspasado tus Límites
El primer paso para establecer límites saludables es tener muy claro exactamente qué comportamiento está demostrando la otra persona que tú no quieres aguantar más. ¿Qué es exactamente lo que te molesta/incomoda?
Observa y siente tu cuerpo. Cuando sentimos la necesidad de poner un límite, solemos sentir una molestia en el cuerpo: ¿dónde lo sientes? ¿en qué parte de tu cuerpo?
Paso 2: Reconoce tus Emociones
A veces nos podemos quedar enganchados pensando en el comportamiento de la otra persona y nos olvidamos de prestar atención a nuestras propias emociones. Pero si queremos responder de manera eficaz a la situación, entonces debemos tomarnos el tiempo para reconocer y asumir la responsabilidad de las emociones que estamos sintiendo.
¿Qué es lo que sientes frente al comportamiento de la otra persona? ¿Rabia, tristeza, decepción, frustración, ira,…? Siéntate con tu emoción y permítete sentirla antes de pasar a la acción.
Paso 3: Desafía las Creencias que están permitiendo la violación de tus Límites
Cuando no nos permitimos poner límites, suele haber una creencia original que justifica esta posición.
¿Cuáles son tus creencias originales? Algunas pueden ser:
- Si digo que no, la persona se va a enfadar conmigo o me va a abandonar
- Si pongo un límite, soy una “quejica”, “borde”, “mandona”
- Las buenas personas dicen a todo que sí
- Es la otra persona la que no me permite ponerle un límite
Puedes ir cambiándo poco a poco tus creencias limitantes por nuevas creencias propias que te permitan poner el límite, como:
- Tengo derecho a expresarme
- La palabra “no” la puedo utilizar sin problemas
- Si la persona se enfada o se va, no es algo que esté bajo mi control
- No quiero vivir a expensas de lo que quieren los demás de mí
Paso 4: Decide cómo quieres poner el Límite
La forma más asertiva de hacerlo es la siguiente:
- Describe el comportamiento de la persona de la forma más objetiva posible, por ejemplo, “Observo que muchas veces haces comentarios sobre mi ropa”.
- Explica cómo te sientes tú con ese comportamiento. Es importante que expreses como te sientes tú con eso en lugar de ponerlo en la otra persona, para evitar que se sienta atacada y se cierre a la conversación, por ejemplo: “Cuando haces esto, a mí me duele/no me gusta/me incomoda”.
- Haz una propuesta para cambiar la situación o déjalo abierto para que sea la otra persona la que decida cómo cambiar su comportamiento. Por ejemplo, “Te pido que, por favor, a partir de ahora, no hagas más comentarios sobre mi ropa”.
Paso 5: Asegúrate de tener un estado emocional de Calma y Paz cuando vayas a ponerle el límite a la otra persona
Si lo necesitas, puedes practicarlo alguien con una amiga o en un espacio de terapia. También puedes hacer una pequeña relajación o meditación antes de encontrarte con la persona a la que le vas a poner el límite.
Paso 6: Pon tu Límite
Es probable que te sientas incómoda al tener esta conversación, pero trata de establecer sus límites con calma, firmeza, respeto y en la menor cantidad de palabras posible.
Tu comportamiento en esta conversación es importante que sea coherente con el límite que estás estableciendo. Esto es, para tener éxito poniendo el límite, es importante que, si pides respeto, pongas el límite con respeto.
Recuerda que tú no tienes el control sobre cómo responderá la otra persona frente al límite que le pones.
- Puede que la otra persona no se haya dado cuenta de que ha sobrepasado tus límites y, aunque probablemente se sienta incómoda durante la conversación, pueda agradecerte que hayas planteado el tema en lugar de alejarte.
- Quizá la otra persona no está acostumbrada a que le pongan límites y puede enfadarse o intentar justificar su comportamiento.
- Si la persona está acostumbrada a controlarte, es probable que ponga a prueba tu límite. Si sucede esto, es importante que permanezcas firme en tu límite y no te dejes atrapar por el drama. Si la persona insiste en no reconocer tu límite, entonces podrás plantearte dejar la relación. Alguien que no respeta tus límites, no te respeta a ti y no le interesa tu bienestar sino únicamente el suyo propio.
Paso 7: ¡Felicítate!
Una vez que hayas puesto el límite, intenta no darle muchas vueltas si no ha ido como esperabas. Poner límites es un proceso que lleva tiempo y requiere de paciencia contigo mismo. Lo importante es dar los pasos, más que que el resultado de poner el límite sea perfecto.
Es posible que poner límites te cueste algunas de tus relaciones, ya que si te estás relacionando con personas a las que no les ponías límites, esta dinámica le suele convenir al que quiebra los límites, no al que no los tiene. Si te preocupa esta idea, te invito a que te preguntes: ¿Quiero tener una relación con una persona que no respeta mi voluntad? ¿Es amor/amistad sano lo que tengo con esta persona que no me permite expresarme? ¿Los sentimientos que esta persona dice tener hacia mí son coherentes con cómo recibe lo que le expreso?
Haya salido como haya salido la situación cada vez que pones un límite, ¡felicítate! Has dado un paso más en quererte y en expresar qué tipo de relación quieres con los demás.
Si quieres saber cómo dejar de ser codependiente, aprender a poner límites constituye un paso fundamental para dejar atrás la codependencia.
Fuente: https://lessonsfromtheendofamarriage.com
Imagen de Wesley Tingey en Unsplash
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