¿Crees que eres una persona sumisa? Averigua cómo puedes empezar a cambiar esto

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En qué consiste ser una persona sumisa

Una persona sumisa antepone las necesidades de los demás frente a las propias y desconoce sus deseos, emociones e intereses.

Si has crecido con un padre o madre narcisista o en una familia disfuncional, es más que probable que en tu infancia te hayas visto obligada a tener una actitud de sumisión para poder lidiar con el padre o madre narcisista dominante. El hecho de haber estado tanto tiempo en esa situación psicológica lleva a arrastrar esto hasta la edad adulta y a trasladarlo a tus vínculos con los demás, lo cual puede traer resultados dañinos para ti.

Las personas a la que se ha forzado a la sumisión en su infancia, de adultas suelen tener tener baja autoestima y, por ello, suelen tener dificultades para relacionarse de forma sana y madura. Esto se puede ver en su comportamiento y en su estado de ánimo, en términos generales su comportamiento tiende a caracterizarse por la rendición y su estado de ánimo tiende a ser de tristeza.

Sin embargo, no todo es blanco o negro. Algunas personas son sumisas de una manera muy generalizada. Sin embargo, otras pueden ser personas perfectamente maduras en algunos aspectos de su vida y completamente sumisas en otros, incluso pueden comportarse de manera muy autoritaria en algunas relaciones y de manera muy sumisa en otras.

Ninguna persona tiene una autoestima 100 % saludable, por lo que nadie se siente completamente seguro en todos los aspectos y situaciones de su vida. Por lo tanto, todos somos sumisos ante alguien en algún momento porque, por diversas razones, somos incapaces de resistir la presión y defender nuestras necesidades o puntos de vista a la perfección. El problema surge cuando alguien es sumiso en muchas áreas de su vida o siempre es sumiso en alguna área específica (por ejemplo en sus relaciones con su pareja/amigo, o con su familia, o en el trabajo, etc).

Una persona con una autoestima sana es aquella que en general se siente bien consigo misma sin necesidad de denigrar a los demás y confía en su capacidad para ser aceptada por los demás. Por eso tienden a relacionarse asertivamente: defienden y expresan sus gustos, opiniones y necesidades con firmeza pero con respeto, sin intimidar a los demás, fomentando así relaciones sanas y equilibradas.

Cuando una persona no tiene una autoestima sana, es más difícil que interactúe de esta manera. A veces es porque consideran a los demás una amenaza de la que debe defenderse, aunque sea de forma preventiva. Otras veces es porque no se valora y piensa que sus necesidades, sus puntos de vista o sus derechos no son importantes y no hay que tenerlos en cuenta y, para no ser excluida, es mejor dar prioridad a los demás.

Cuanto más sumisos nos comportamos, más reforzamos un estado vital de impotencia y desesperanza, lo que contribuye a la mantener baja autoestima. Cada vez que cedemos innecesariamente, reforzamos en nosotros mismos la idea de que no somos importantes, de que no se nos debe respetar, o que los demás son personas desconsideradas y egoístas que se comen todo nuestro espacio.

La sumisión y la codependencia van muy de la mano, ya que el germen de ambas es una infancia donde a la persona no se le ha permitido auto-afirmarse, tomar protagonismo, quererse tal y como es y desarrollarse emocionalmente. La mayoría de las personas codependientes son extremadamente sumisas.

Características de una persona sumisa

Evitación de conflictos

Las personas sumisas tienden a evitar el conflicto, por mínimo que sea. Suelen ceder y no expresar su voluntad para evitar choques con otras personas, dedicando esfuerzo y abandonándose a sí mismas para tener contentos a los demás.

Esta facilidad para ceder y no expresar lo que realmente sienten o piensan les lleva a tener relaciones con personas dominantes, a las que les gusta mandar e imponer su voluntad.

Una infancia dolorosa

Las personas sumisas suelen desprender una energía de que se puede hacer con ellas lo que se quiera, con lo que es frecuente que además del abuso recibido por la familia, también hayan sufrido bullying en la escuela y/o después, mobbing en el trabajo.

Perfil de personalidad discreto

Las personas sumisas tienden a no querer llamar mucho la atención. Tienen la idea loca de que si nadie se fija en ellas, están más seguras, ya que por las experiencias vividas en la familia narcisista o disfuncional, ni se les ocurre que también se les puede dar atención para escucharles, respetarles o admirarles.

A una persona sumisa le importa mucho su imagen

Las personas sumisas están muy pendientes de la imagen que dan a los demás, que pretenden que sea de “buena persona” y están más pendientes de esto que de cómo se sienten ellas consigo mismas o con las personas con las que se relacionan.

Creación de vínculos de dependencia emocional

Las personas sumisas suelen adoptar el rol de alguien vulnerable que necesita protección, por lo que es común que establezcan relaciones asimétricas basadas en la dependencia emocional, donde la otra persona, por lo general la pareja, les brindará protección a cambio de sumisión.

La ironía es que en este tipo de vínculos, la persona que ofrece la protección es fácil que trate mal o abuse de la sumisa cuando la sumisa se sale de su rol y es rebelde o asertiva.

Falta de asertividad

Las personas sumisas hablan poco sobre sus propios puntos de vista u opiniones. No dedican mucho tiempo a averiguar quiénes son o qué quieren y prefieren centrarse en lo que los demás quieren o necesitan. En general, son evitativas o ambiguas en su comunicación.

Lenguaje no verbal de una persona sumisa

Las personas sumisas, como tratan de no llamar la atención, hacen que su cuerpo sea lo más discreto posible a través de sus posturas. Es común que mantengan la vista baja y que tengan dificultades para mantener la mirada a otra persona, que sus brazos y piernas se muevan poco hacia afuera con respecto al eje vertical de su cuerpo, o que su espalda esté encorvada. Da la sensación de que se están escondiendo todo el tiempo o intentando ocupar el menor espacio posible con su cuerpo.

Frecuentes comportamientos pasivo-agresivos

Como su postura general en la vida es hacer lo que quieren los demás, aunque hayan aprendido a tener este comportamiento para sobrevivir, en el fondo se enfadan, como todos los seres humanos. La rabia es una emoción que, como no se les ha permitido en la infancia, tampoco se permiten a sí mismas. Por ello, en lugar de enfadarse de una forma obvia, lo hacen de forma pasivo-agresiva.

Formas de fortalecer la autoestima de una persona sumisa

Una persona sumisa necesita aprender modelos de relación adecuados para saber qué compromisos son razonables e ineludibles para que las relaciones fluyan y no confundirlos con un patrón permanente de sumisión a los demás.

Si quieres empezar a dejar atrás la sumisión como forma de estar en la vida, puedes empezar por lo siguiente:

Aprende a estar en contacto contigo misma

Aprender a detectar lo que piensas, sientes, necesitas y te gusta es importante. Muchas veces, es más fácil imitar lo que hace el otro para no pensar o no tener que decidir qué quieres o no afrontar la responsabilidad de hacerlo. Si esto se vuelve demasiado frecuente, no sabes lo que piensas ni lo que quieres, por lo que es necesario entrenarlo.

Busca espacios para expresarte

Ya sea un familiar o amigo que sí escucha o quizá un grupo de terapia, es importante que aprendas a expresarte, a decir lo que piensas o lo que sientes, a escuchar el sonido de tu propia voz y practicar simplemente hablar, recibiendo atención.

Practica expresarte de forma asertiva

En la raíz de la sumisión está el miedo a tener un conflicto. Si practicas expresarte de forma asertiva, poco a poco, te irás dando cuenta de que esto no suele llevar necesariamente a un conflicto sino simplemente a una diferencia de opiniones o a una negociación para llegar a un acuerdo. Y i al final sí que lleva a un conflicto, también forman pare de la vida, por lo que sólo se trata de aprender a gestionarlos.

Observa y aprende comportamientos no sumisos

Puedes observar a las personas que tienes a tu alrededor en tu familia, amistades, trabajo,.. si alguno de ellos se comporta de forma asertiva, puede convertirse en un modelo a imitar: observa su postura corporal, cómo pide o negocia, cómo se dirige a los demás, cuál es su tono,…

Encuentra una buena terapeuta

Una buena terapeuta puede ayudarte a ver cuál es el origen de tu sumisión, cómo la ejerces en tus relaciones y cómo empezar a modificarla paso a paso para tener más bienestar contigo misma y más equilibrio en tus relaciones con los demás.

Conclusiones finales sobre ser una persona sumisa

La sumisión, como hemos dicho más arriba, es un comportamiento aprendido para sobrevivir a un entorno poco nutriente u hostil en la infancia y para compensar una baja autoestima. Como cualquier otro comportamiento humano, se puede modular y gestionar y ser sustituido poco a poco por otro más saludable para ti.

El punto clave es que comprendas que cuando eras niña no tuviste más remedio que aprender la sumisión para sobrevivir. Pero ya no eres una niña sino una adulta que tiene derecho a expresar sus opiniones, a ser tenida en cuenta y valorada y a ser tratada con dignidad y respeto en cualquier vínculo.

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