De acuerdo con la mitología griega, Narciso era un joven con una apariencia bella, hermosa y llamativa. Todas las mujeres y hombres quedaban enamorados de él, pero él les rechazaba…
Entre los jóvenes heridos por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello ésta la había condenado a repetir las últimas palabras de aquéllo que se le dijesen.
Por esto, era incapaz de hablarle a Narciso de su amor por él, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeros. Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó: «¡Ven!» Después de responder, Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que sólo quedó su voz.
Para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de separarse de su imagen, acabó cayéndose al agua y muriéndose ahogado.
En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una flor, que hace honor al nombre y la memoria de Narciso.